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Ya llegando al último artículo de esta serie, me gustaría recordar la concepción del trabajo sobre la que nos habla la Dra. Montessori. El trabajo o actividad es una tendencia humana y es diferente en el caso de un niño en relación a un adulto, porque el objetivo del pequeño es desarrollarse a sí mismo, mientras el adulto busca lograr un fin. A las y los niños les interesa el proceso, no el resultado. Por ejemplo, al lavar la mesa, el niño buscará sensaciones y el adulto que quede limpia de una vez. Es así cómo el trabajo permite a niñas y niños tener abstracciones del mundo donde viven. Ellas y ellos solo pueden desarrollarse por medio de experiencias en el ambiente y a esta experimentación, la denominamos “trabajo”. Por ejemplo, lo que sucede con el lenguaje; en un principio, niñas y niños empiezan la construcción del lenguaje en la sombra del inconsciente. Por medio del trabajo, esta construcción se hace consciente y se construye el hombre.

En una Casa de los Niños, se destinan tres horas de trabajo continuo sin interrupción donde no hay lecciones colectivas. Trabajan solos. Si trabajaran de a dos, se correría el riesgo de dañar su autoestima sabiendo que están en un periodo en el que necesitan construirla. Cuando están sumergidas/os en su trabajo, se debe respetar la concentración y cabe señalar que su interés no se concentrará solo en el trabajo, sino más bien en el deseo de superar las dificultades. Es decir, que cuando hacemos las cosas por ellas/os, les estamos quitando ese interés por el trabajo. Ahora bien, cuando están trabajando, porque en la escuela están trabajando, están buscando la exactitud en la ejecución de las acciones. Ellas y ellos llegan a un estado de concentración que deben hacerlo por sí mismas/os para organizar su psique. Es el ambiente preparado para tal efecto, que favorece la concentración, la cual forma el carácter y va creando al individuo.

Nosotros, adultos, varias veces atribuimos al trabajo una connotación negativa, como sinónimo de pesado y rutinaria, pese a que “el trabajo es amor hecho visible” (K. Gibran).

Recompensas y castigos

Se ha observado que, por esencia, el trabajo de niñas y niños tiene como aspiración llegar a la constancia en el trabajo. Como existe en los pequeños ese deseo de trabajar, estaría fuera de lugar otorgar recompensas o imponer castigos, convenciones de adultos disfrazadas de chantajes, que pueden generar incluso discordia. Y los elogios a los niños, cuando están trabajando concentrados, interrumpen y son percibidos como errores por más de que los adultos tengamos buenas intenciones. No obstante, por supuesto que actividades destructivas deben ser interrumpidas

Los estudios de la Dra. Montessori nos recuerdan que los niños trabajan porque necesitan trabajar, nada más. Observamos que, en ese caso, la motivación intrínseca estaría creciendo como una plantita y tal vez cuando lleguen a ser adultos se disipe el deseo de buscar permanentemente la aprobación.

Lejos de juegos y juguetes

Pasando a comentar sobre los materiales que se encuentra en la Casa de los Niños, estaríamos equivocados si los llamáramos juguetes. Es un material de trabajo, algunos presentados en bandejas y que tienen un solo objetivo y un control de error. La Dra. Montessori comentó en sus primeras experiencias que los juguetes que existían en los ambientes provocaban un interés de corta duración en niñas y niños. También nos recuerda que para nosotros, en momentos de ocio, sería agradable jugar damas o ajedrez, pero ya no lo sería si nos obligaran a jugar estos todo el tiempo.

Dos caras de la moneda: libertad y disciplina

Una vez que el educador ha presentado diferentes materiales, las niñas y niños van teniendo una especie de repertorio de actividades aprendidas a las que pueden acceder. Es así como pueden elegir una actividad que ya conozcan. Para que haya libertad, tienen que haber conocimientos; por eso a mayores conocimientos, mayor libertad. Entre más conozcan las opciones, más libres de elegir serán. ¿Pero, qué es la libertad? Libertad es la facultad de las personas para actuar según su propio deseo en el seno de una sociedad organizada y dentro de los límites de reglas definidas.

Está lejos de la idea de que las niñas y niños hacen lo que quieren en clase. En la elección de sus actividades, no vale influenciar, pero frente a su duda, el educador puede ayudar un poco, dando dos alternativas según haya ido observando. Es importante brindar el reto adecuado, no menor para escapar al aburrimiento, ni mayor para evitar la frustración o bloqueo. Esta información siempre se apoyará en la observación, pero también hay que saber que cada uno va eligiendo lo que necesita. De este modo, se está desarrollando la voluntad.

Hay que recordar que la libre elección obliga a terminar el trabajo. Las niñas y niños deben dejar el material tal como lo encontraron para la siguiente compañera/o. Es importante que comprendan que todas las actividades tienen un principio y un fin, y que se debe terminar el ciclo. Eso además conlleva a ejercicios de responsabilidad. Por otra parte, se nos dice que “un trabajo interesante, elegido libremente, que tenga la virtud de concentrar, en vez de fatigar, aumenta las energías y las capacidades mentales y de dominio de sí mismos”.

Si un lado de la moneda es la libertad, el otro es la disciplina. En el trabajo que vayan a realizar, siempre deben existir límites claros. Los límites son la estructura básica para ser independientes y también encaminar hacia un autocontrol. Las niñas y niños tienen que saber claramente cuáles son los límites, por ejemplo: “A la mesa no te subes porque es para trabajar o para comer”. Cuán primordiales son los límites. Estos son externos y la disciplina es interna. La Dra. Montessori indica que la tarea de los educadores es mostrar el camino hacia la disciplina.

Hablando del establecimiento de reglas, en la formación se habló de que este tema será adoptado en función de las relaciones que nosotros tengamos con las reglas. ¿Nos llevamos bien con las reglas? Viendo alrededor nuestro, podemos citar un ejemplo en la ciudad cuando decidimos cruzar la calle en rojo sabiendo que hay ojitos por ahí mirándonos. Podríamos mencionar también el colarse en las filas.  

Para terminar, existe una suma de variables que permitirá el desarrollo de las niñas y niños. Esta es la adición de ambiente preparado, disciplina y libertad. La Dra. Montessori dice que si no tenemos un ambiente muy estructurado, no se puede dar libertad. Esto nos transporta al “orden”, por ejemplo. Todo está interrelacionado, es decir, integrado.

Pensando en que, si nosotros cambiamos, cambia el ambiente, quisiera compartir algo mencionado por nuestra formadora: “Siempre podemos poner a dormir nuestro día” (cada día es una nueva oportunidad) y ver al día siguiente a nuestras niñas y niños con nuevos ojos porque “ellas y ellos son nuestro recurso natural más valioso” (H. Hoover).

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