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Por María Elva Echenique* (Desde Estados Unidos)

Adela Zamudio propone en su poesía una poética independiente, distanciándose del estilo modernista ampliamente practicado en el momento. Por otra parte, la autora boliviana establece su posición frente a la estética modernista valiéndose del humor en el relato. En su última novela, Íntimas, puede leerse también la intención crítica de Zamudio en relación a la corriente literaria predominante en su época, en este caso la de la novela social realista. El carácter singularísimo que presenta Íntimas en relación con la producción de sus contemporáneos masculinos, destacado por García Pabón en el Prólogo a la obra, invita a la comparación y, por tanto, al diálogo entre diferentes estilos de narrar, diferentes metas en la escritura y diferentes espacios desde los que se narra. En el prólogo mencionado, García sostiene:

Íntimas se opone en más de un aspecto a las preocupaciones dominantes en los intelectuales y escritores de la época: a las grandes críticas ideológicas, ella opone la crítica moral; a las preocupaciones por lo nacional, la preocupación por la vida diaria; a los narradores monológicos, un texto dialógico; a la narración de hechos históricos, la de la cotidianidad y la intimidad. En suma, una nueva posición crítica y narrativa que solo podía venir de un sujeto femenino (xi).

Esta originalidad de Íntimas frente al estilo narrativo dominante en la época es, sin duda, el factor primordial que determinó la recepción negativa que obtuvo el texto en 1913, cuando se publicó por primera vez, y el posterior desinterés de la crítica por estudiar o reeditar esta obra. Demetrio Canelas, destacado escritor de la época, a quien se atribuye el estudio crítico más abarcador e influyente sobre Íntimas, publicado pocos meses después de la aparición de la novela, expresa el siguiente juicio sobre la misma:

Mi ilustre amiga, me perdonará decirle que abrigo la convicción de que ella está fuera de sus facultades al escribir esta novela. En sus páginas no hay un solo momento de entusiasmo fácil (sic). En todas las escenas se advierte un hálito doloroso, que se arrastra y se empapa hasta en la naturaleza...

Creo firmemente que Soledad (el pseudónimo usado por Zamudio en su poesía) no debe abandonar el ciclo de sus divinas armonías, para venir a rastrear las bajezas mundanas. Esta tarea está reservada para los espíritus combativos y ásperos a quienes no puede dañar el fragor de los odios. Vuelva nuestra gran autora a pulsar en la mansedumbre de sus horas meditativas, su lira encantada (Guzmán 1988: 110).

Demetrio Canelas proclamó la incompetencia de Adela Zamudio por ser mujer (foto: Diccionario Cultural Boliviano).

El comentario lapidario de Canelas llama la atención por la manera reiterativa con la que proclama la incompetencia de Zamudio en el terreno de la narrativa, fundamentándola en su género de mujer, con alusiones a su condición de mujer-ángel, llamada a "pulsar su lira encantada en el cielo". Es más, Canelas no se limita a recordarle a la autora que no pertenece al círculo literario reservado a los "espíritus combativos y ásperos" de sus colegas masculinos, si no que, además, la alecciona sobre el lugar que le corresponde como mujer, exhortándola a no abandonar ese espacio.

Claudio Peñaranda, otro prominente poeta y periodista, quien se declara ferviente admirador de la obra poética de Zamudio, refuerza el juicio negativo expresado por Canelas, arguyendo, además, que el argumento de la novela de Íntimas carece de trascendencia: "...del intenso novelable que es el supremo motivo del género", condenando la obra al olvido con la siguiente frase: "Perdone mi ilustre amiga si, siendo el más fervoroso de sus admiradores, considere su último libro como un accidente de su hermosa labor literaria" (citado por Guzmán 1955: 110).

En la correspondencia privada que sostuvo Zamudio con estos intelectuales en el contexto de la publicación de su novela encontramos pautas que nos permiten ejercitar una nueva lectura de Íntimas, en la que se plantea que la singularidad de la obra sugiere, más bien, la clara intención de la autora de proponer un programa de escritura distinto, que se constituye en una hábil crítica de la corriente literaria del realismo social que practican sus contemporáneos masculinos. A continuación se transcribe el texto de la carta que Zamudio dirigió a Claudio Peñaranda en respuesta a sus comentarios sobre la novela. En esta misiva, la autora defiende su trabajo y establece su autoridad como escritora y crítica literaria valiéndose de subterfugios que le permitan acceder a su interlocutor en términos aceptables desde su condición de mujer.

Cochabamba, 30 de marzo de 1914

Señor Claudio Peñaranda Sucre

Distinguido amigo:

Llegó por fin su juicio crítico sobre Íntimas, tan esperado. Al leerlo he acabado de convencerme de que tengo por lo menos el mérito de haber escrito sabiendo lo que escribía, cosa que no ocurre a todos los que ensayan ese género, el más difícil. Lo mismo que Ud. dice, poco más o menos, dije a un amigo de La Paz, al enviarle los originales para que los entregara a la imprenta: "Dudo que la concluya Ud. ni ningún hombre, sin dormirse. Es un cuentecito para mujeres, inspirado en confidencias de almas femeninas, tímidas y delicadas".

Su opinión es también la de Canelas: Mis versos son mejores que mi novela; pero eso es muy natural. Una buena composición poética es fruto de un momento de inspiración; una novela es fruto de inspiración que debe sostenerse durante días, meses y hasta años. Por eso casi todas empiezan bien y son tan raras las que acaban bien. Por eso hay tantos poetas nacionales que han producido poesías irreprochables, entre tanto que no hay, según mi opinión, una sola novela nacional que merezca el nombre de tal.

Por lo que hace al argumento difiero de la opinión masculina, hoy general. Una novela completa y fuerte, como todas las del Flaubert, es "Un corazón sencillo", la vida de una criada, fea y pobre de espíritu, que no conoció el amor y cuyos únicos grandes dolores fueron la ausencia de un sobrino y la muerte de una niñita de su ama. Lo que le falta a mi argumento no es pues la crudeza, sino el genio que reviste de interés las cosas más sencillas y vulgares.

Pero las dificultades de este género literario, se lo confieso, lejos de desanimarme, me encantan. Si tuviese tiempo para escribir, no escribiría más versos, ensayaría una nueva novela.

Me duele sinceramente no haber colaborado al número de gala del diario más simpático de la república. Su petición fue un poco tardía y me halló en días de desconcierto; ya se lo dije en carta anterior.

Le envío un nuevo artículo sobre moral. No sé aún si provocará nuevas iras, parece que no.

Con el afecto y la consideración de siempre, lo saluda su amiga y admiradora.

Adela Zamudio (Íntimas: 137-148).

Para el análisis de este texto resultan útiles las ideas plasmadas por Josefina Ludmer en su estudio de otra carta, la de la insigne Sor Juana Inés de la Cruz. En Las tretas del débil, Ludmer analiza los mecanismos usados por un sujeto enunciante que se encuentra en posición de subalternidad frente al receptor de su discurso, para afirmar su propia posición o subvertir las ideas dominantes. Una de estas "tretas" consiste en expresar explícitamente la aceptación del rol de subordinación y los límites del espacio asignado al sujeto subalterno enunciante y, "desde el lugar asignado y aceptado, cambiar no solo el sentido de ese lugar, sino el sentido mismo de lo que se instaura en él" (1984: 53).

En su carta, Zamudio se vale de esta "treta" para acceder al ámbito estrictamente masculino de la crítica literaria, al afirmar que Íntimas es: "un cuentecito para mujeres, inspirado en confidencias de almas femeninas, tímidas y delicadas". Llama la atención el uso del diminutivo y la reducción del volumen del texto que en vez de novela aparece como "cuentecito", connotando la idea de menor valor. Esto, unido a la alusión al alma femenina "tímida y delicada" que hace "confidencias", produce el efecto de subsumir la obra dentro del género menor de la literatura femenina abocada a los asuntos del corazón. La declaración, de tono humilde y autoderogatorio, implica una aceptación del espacio asignado a la mujer intelectual por la ideología patriarcal burguesa: el mundo íntimo del sentimiento y la subjetividad, la esfera privada de la vida entendida como irrelevante en relación a la esfera pública en la que se construye la historia. Sin embargo, entendida como una "treta del débil", esta declaración puede ser interpretada como una estrategia usada por la autora para apartarse de las convenciones dominantes de la literatura de su tiempo, creando un espacio propio para la voz femenina. Separada del espacio literario hegemónico, Zamudio enfatiza la originalidad de su perspectiva y la necesidad de utilizar criterios de valoración diferentes para la lectura de su obra, de aquellos utilizados para obras pertenecientes a la corriente dominante. La división de los ámbitos público y privado, que confiere a la mujer poder sobre el mundo íntimo de lo emotivo, es usada por Zamudio para crear un espacio de escritura propio, que infringe las normas dominantes, otorgándole la libertad necesaria para expresar sus ideas.

Una vez creado este espacio, Zamudio procede a conferirle un significado acorde a las características de su escritura. La autora empieza por afirmar que escribió sabiendo lo que escribía, enfatizando así su decisión consciente de transgredir las normas narrativas de la corriente literaria dominante, y pasa luego a defender su trabajo de la crítica que apunta a la irrelevancia del argumento y a la falta de crudeza y fuerza del mismo, que serían una consecuencia de su "feminidad".

Amparada en la autoridad de uno de los más eximios representantes del realismo francés, Maurice Flaubert -una nueva "treta del débil" apuntada por Ludmer en el trabajo mencionado- Zamudio recupera la novelización de la vida cotidiana e insubstancial de un personaje oscuro como lo es la protagonista de la novela corta de este autor, Un corazón sencillo, para afirmar categóricamente que no hay tema intrascendente, que la concentración en lo privado y cotidiano no es privativa de la escritura de las mujeres, y que la creación de una buena novela depende del genio y del trabajo esforzado del autor y no del género sexual del mismo. Más aún, y contrastando con el tono humilde del primer párrafo, más adelante Zamudio afirma en tono contundente que en el país: "no hay, según mi opinión, una sola novela nacional que merezca el nombre de tal", demoliendo así el argumento de una supuesta superioridad de la novela del realismo social frente a su propia producción, expresado por Peñaranda en su carta. Va más allá al sostener que: "las dificultades de este género literario, se lo confieso, lejos de desanimarme, me encantan. Si tuviese tiempo para escribir, no escribiría más versos, ensayaría una nueva novela", expresando así su resistencia a permanecer en el espacio que se le asigna como mujer.

Con estas declaraciones, Zamudio afirma su superioridad como crítica de la literatura de su tiempo. Lo hace cuestionando la dicotomía público/privado, que está en la base de la visión crítica reduccionista de sus contemporáneos, para quienes solo el acontecer que se desarrolla en la esfera pública de la vida, reservada a la acción masculina, merece ser inscrito narrativamente, mientras que desdeñan como irrelevante el espacio privado en el que se desenvuelve la mujer.

A la luz de esta carta, se hace evidente que en Íntimas el "énfasis" en el ámbito privado de la vida en el que despliega su actividad la mujer, constituye también una "treta" a través de la cual la autora se propone el cuestionamiento y la redefinición de este espacio así como del espacio público que se le opone. Estructurada sobre la base de la diferencia sexual al presentar un narrador en la primera parte y una narradora en la segunda, la novela se aproxima a la esfera privada de la vida desde una perspectiva doble, revelando la complejidad de una domesticidad que no se ajusta a la construcción ideológica patriarcal que la idealiza como ámbito separado e incontaminado, gobernado por el sentimiento y la abnegación de la mujer-ángel.

El mundo íntimo representado en la novela se caracteriza más bien como un espacio conflictivo, en el que se tejen y destejen los hilos del entramado social público; se pone en evidencia las falencias de instituciones clave para la sociedad como la familia y la Iglesia; los mecanismos de incorporación y exclusión de sectores sociales como las mujeres o los indígenas; las alianzas que hacen posible el predominio social de una clase, y la violencia que la ideología hegemónica intenta encubrir para favorecer una aparente "armonía" que permita la existencia de la ficción de la nación, ficción que sus colegas masculinos se empeñan en reproducir. En este contexto, la originalidad de la novela de Zamudio en relación a la narrativa del realismo social consiste en la decisión de la autora de abordar los candentes temas sociales de su tiempo desde una perspectiva diferente, teniendo como espacio de enunciación el ámbito privado, redefinido en los términos antes mencionados.

No obstante su alienación de la institución de la crítica literaria de país, Adela Zamudio despliega su imaginación para dar cauce a sus reflexiones sobre la literatura de su tiempo y exponer su propio programa de escritura. Sea a través de la creación de un personaje femenino que funciona como su álter ego en la novela corta El capricho del canónigo, o por medio de un discurso dialógico en el que la voz femenina cuestiona y disloca la representación de la voz masculina, en su novela Íntimas, o valiéndose de "tretas" que le permitan expresar sus opiniones desde su posición de subordinación, en su correspondencia privada, Zamudio participa activamente del debate intelectual de su tiempo, abriendo un espacio para la voz femenina a pesar de las restricciones que le impone su sociedad. Su aporte crítico refleja la claridad de ideas de una intelectual comprometida con la realidad social de su país y la causa de igualdad de la mujer, y la hace merecedora del lugar que la consagra como fundadora de las letras femeninas bolivianas, y como precursora del feminismo latinoamericano.

Te invitamos a leer la PRIMERA PARTE de este aporte de Elva Echenique en: https://dev.guardiana.com.bo/culturas/adela-zamudio-y-la-critica-literaria-en-su-tiempo/

*Mara Elva Echenique es catedrática de Español y Estudios Latinoamericanos en la University of Portland, en Oregón (EE.UU.). Su investigación se concentra en el trabajo de escritoras latinoamericanas, en particular bolivianas. Ha publicado artículos sobre la obra de Adela Zamudio, Maria Virginia Estenssoro, Yolanda Bedregal y Domitila Barrios.

*Esta publicación ha sido copiada del libro “Retomando la palabra: Las pioneras del XIX en diálogo con la crítica contemporánea”, de Claire Emilie Martin y Nelly Goswitz. Guardiana solicitó autorización para esta publicación.

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