Uno de los temas más polémicos en este momento en la región y quizá en buena parte del mundo sean las acciones emprendidas por el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, en su guerra contra las “maras” o pandillas que tomaron el control de buena parte del país durante muchos años e incluso ampliaron su actividad delictiva a Estados Unidos y México.
Luego de la guerra interna que vivió El Salvador durante mucho años y que finalizó a principios de los años 90 del siglo pasado, la violencia y actividad delictiva se trasladaron a las pandillas y grupos violentos que comenzaron a articularse, desarrollando actividades de narcotráfico, trata de personas, tráfico de armas, extorsión, secuestros, violaciones y asesinatos, siendo ese país, uno de los que tenía la tasa más alta de muertes violentas en el mundo. Existen testimonios muy duros sobre hechos cometidos por estas agrupaciones que son de no creer.
La población salvadoreña vio a Bukele con mucha esperanza por ser un político joven con un discurso fresco y renovador, que prometió mejores días para su gente, por lo que votó a favor de él y así éste llegó a la Presidencia de El Salvador.
Es interesante observar un informe del año 2020 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la situación de derechos humanos en El Salvador, que refería: “En cuanto a seguridad ciudadana, se reconocen los esfuerzos desplegados desde el cambio de gobierno en junio de 2019, en particular la reducción drástica de la tasa de homicidios a niveles históricos, incluso desde que se firmaron los Acuerdos de paz en 1992; y resalta la importancia de tomar medidas para la reconstrucción del tejido social como parte del Plan de Control Territorial establecido por el Gobierno actual”, agrega: “El Salvador sigue siendo el país con mayor número de asesinatos de mujeres en la región. Ante ello, el Estado debe fortalecer el sistema de protección a mujeres y niñas víctimas de violencia”, continúa el documento: “...como consecuencia de las medidas extraordinarias de seguridad, las personas privadas de libertad permanecen en aislamiento del mundo exterior, particularmente preocupantes en el contexto de la pandemia; en el informe se recomienda garantizar la realización de visitas de una manera regular en los centros penales (…) el llamado al Estado salvadoreño para alcanzar un equilibrio entre las medidas de seguridad impuestas y las deficiencias presupuestarias observadas en los centros de detención con el fin de garantizar los recursos humanos, servicios médicos suficientes, infraestructura y mayor cantidad de custodios necesarias para cumplir con los estándares interamericanos en la materia”.
De cierta manera, se podría decir que el señor Bukele atendió estas recomendaciones y a partir de medidas excepcionales, comenzó una guerra directa contra las denominadas “maras”, bajando según su información los niveles de muertes violentas. Mandó a construir una megacárcel para albergar a los detenidos, se realizó la detención de más de 50 mil personas, presuntamente delincuentes, entre otras medidas como la adopción de medidas económicas innovadoras, etc. Todo un héroe.
Es bajo ese contexto que se hace muy difícil en varios espacios compartir ideas con personas que son salvadoreñas o han vivido en ese país, incluso se complica mucho más con los “Bukele lovers”, es decir, aquellos/as que desearían un presidente de ese talante en sus países y aplauden las medidas tomadas, pero que son tan prestos a ver las cosas en blanco y negro, entre amigo y enemigo, buenos vs malo, que últimamente se puede identificar un cierto perfil en estas personas, para quienes, en sus argumentos y discurso, se les escucha decir: los derechos humanos son “izquierdos humanos” o son sólo “derechos para delincuentes”. El mismo Presidente de ese país centroamericano asume que los honestos tienen más derechos que aquellos/as que comenten hechos delictivos.
Esta posición y discurso para los derechos humanos es muy peligrosa, puesto que la línea entre ser bueno o malo es sumamente subjetiva. Por ello se intenta que estos sean universales e iguales para todos y todas, lo que no quiere decir bajo ningún aspecto que no deba sancionarse a quienes han cometido un hecho delictivo, bajo un sistema donde se respete el Estado de Derecho y las garantías del debido proceso.
Es por ello que muchas organizaciones de derechos humanos no pueden dejar de lado lo que viene aconteciendo en El Salvador y que se debe evitar en otros países de la región, donde crean que la única forma de mantener el orden y la paz en un Estado es bajo el garrote y la bota policial o militar, porque generalmente aquellos que propugnan esta forma de gobierno luego van a pasar a cometer otra serie de abusos y arbitrariedades.
El presidente Bukele a pesar de la gran popularidad que tiene y ser hasta la envidia de otros gobernantes, ya viene ampliando un estado de excepción por casi un año, en el cual, de acuerdo a algunas investigaciones, ha eliminado controles legales sobre procesos administrativos para el uso de fondos públicos y contrataciones del Estado, y el derecho al acceso a la información pública. Es decir, ha fomentado la falta de transparencia y rendición de cuentas sobre el manejo de los recursos públicos.
Como se dice vulgarmente ¡ojo ahí¡ Cuidado que el héroe se convierta en un corrupto villano. La Asamblea Legislativa salvadoreña –controlada por el partido oficialista– ha aprobado otros decretos junto con las siete prórrogas del decreto del régimen de excepción, que le permiten al Estado administrar los fondos públicos sin respetar la Ley de Adquisiciones y Contrataciones de la Administración Pública (LACAP), grave.
El acceso a la información pública se ha restringido tanto que incluso aquellas rimbombantes noticias que otorga el mandatario sobre “0” homicidios no pueden ser verificadas, denunciando muchas entidades de derechos humanos que se han venido omitiendo las muertes de pandilleros en confrontaciones con la policía, como si no fueran personas que pierden la vida.
De la misma manera, aplicando la fórmula de muchos gobiernos de la región, el bukelismo ha cooptado todos los órganos del Estado. Tiene a su favor los órganos legislativo y judicial, por lo tanto, ya no tiene contrapesos al despliegue de su poder. Cualquier parecido con nuestra realidad no es mera casualidad, es la receta de quienes son autoritarios.
En definitiva, es importante que todas y todos entendamos que los derechos humanos se han desarrollado con mucha sangre, sudor y lágrimas en la historia de la humanidad, no para favorecer a delincuentes, como hay gente que suele decir, sino con la tarea fundamental de limitar el poder de quienes lo detentan, para respetar al ser humano por ser tal, sin ningún tipo de discriminación, con dignidad e igualdad.
Por ello, se debe alzar la voz contra cualquier gobierno de la tendencia política que sea cuando en su accionar, cualquiera fuera su justificación, omita el cumplimiento de la normativa internacional de derechos humanos, porque o se cree en ellos y se los practica cada día de manera consecuente y comprometida, o en su defecto se es un hipócrita y falso como muchos gobernantes que se tuvo en la historia.
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