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En su mensaje a la población boliviana del 30 de junio de 2021, el presidente Luis Arce Catacora habló de la calamidad, del dolor que ocurre en Bolivia hace más de un año. Y en eso tiene toda la razón: el dolor se instala “de forma injusta e inmerecida”. Su reflexión sobre la pérdida de vidas humanas y sobre la posibilidad de regresar a un “tiempo de salud, de bienestar”, una “nueva forma de vivir la normalidad”, es valorable.

Luego Arce habló de la difícil situación económica, pero comenzó a deslucirse su orden argumental.  Que los bolivianos experimentan dificultades por la pérdida o falta de empleo y las obligaciones económicas es algo innegable. Pero inmediatamente comenzó con el orden maniqueo de su discurso: “En todo el transcurso del 2020 no se trabajó en medidas y decisiones económicas precisas, que hubiesen ayudado a evitar un colapso de los diferentes sectores productivos”.  Los despidos, los cierres de empresas, la reducción de salarios, etc., para él muestran “un desastroso resultado” que a fines del 2020 se expresaba en una reducción económica de “más del 11 por ciento”, y esto además venía acompañado por un “retroceso de las variables sociales”, como el aumento del desempleo, la pobreza extrema, etc. Según él, “cuando un hecho de crisis alcanza a una sociedad, sólo el Estado puede proteger a su gente” … pero, añadió, eso fue justamente lo que no ocurrió, porque el gobierno de Áñez (aunque nunca la menciona abiertamente) “estuvo ausente”, y ahora su propio gobierno estaría “reconstruyendo el país”, reconstruyendo la economía, financiando a pequeños productores, etc.: es decir, loas a su propio gobierno. Al decir todo esto, Arce empieza a mezclar una reflexión valedera sobre la situación social y económica reciente, con una justificación eminentemente política e interesada de la realidad: el anterior gobierno es culpable de todos los males, pero su propio gobierno es la salvación a todos los males. Y eso, como cualquier persona medianamente consciente puede confirmar, es una manipulación del curso de los hechos.

Según Arce, hay que prepararse para una cuarta ola de la pandemia de Covid-19 en Bolivia. Esto es cierto. Y luego pasa a afirmar que va a “fortalecer los pilares” de la lucha contra la pandemia. Su primer pilar son los diagnósticos gratuitos, y sostiene que se realizan más de 10 mil pruebas diarias. Habla de millones de pruebas diarias, pero da la impresión de que el gran número de pruebas sería ya, por el hecho de hacerse, una barrera contra el contagio, cosa que no es. En realidad, se trata de recontar mejor los contagios, no de pararlos. Pero, en fin, Arce habla de la coordinación con los gobiernos regionales, y, aunque no sea una relación fácil, el gobierno central cumple con sus obligaciones, pero los regionales “deben” cumplir con las suyas. Otra vez, la visión maniquea del mundo: su gobierno cumple con todo, los regionales no lo hacen con la misma perfección que lo hace él.   Ellos deben tomar todo tipo de previsiones, pero su gobierno no, porque ya las tomó: Arce parece un fino director de escuela que les dice a sus profesores lo que deben hacer bien.

Cuando le toca hablar de las vacunas, sin embargo, comienza a perder su serenidad. Según Arce, en términos generales, el proceso de vacunación tiene ya unos alcances impresionantes: prácticamente Bolivia estaría llegando (aunque omite decir cuándo) a un 33 por ciento de la población vacunada con al menos una dosis, y a un 23 por ciento con vacunación completa, lo cual no es real: según Our World in Data, la población boliviana vacunada con una dosis alcanza al 15, 91 por ciento (que no deja de ser un porcentaje digno de estimación), pero según AS/COA Americas Society Council of The Americas, con datos al 25 de junio, la población completamente vacunada sólo alcanzaba al 5 por ciento. Es decir que Arce infla los porcentajes, lo cual si bien no es precisamente una manipulación (se llegará sin duda a superar el 33 por ciento y mucho más de la población completamente vacunada en poco tiempo), no deja de ser una sutil utilización del discurso en beneficio propio.

Pero es ahí cuando Arce suelta el verdadero motivo de por qué difunde este mensaje nocturno a la nación: la inquietud ante la posibilidad de que las segundas dosis, especialmente de la vacuna Sputnik-V, no lleguen a Bolivia. Y eso, para Arce, es una afrenta política, cuando en realidad se trata de una legítima preocupación de aquellos que, luego de ser vacunados con la primera dosis de la vacuna rusa, no sabían si serían vacunados con la segunda. Por eso, y en momento donde Arce pierde un poco la calma, sostiene: “Debo decir de forma clara y para tranquilidad de nuestra población y de todos aquellos comentarios temerarios y malintencionados, que las segundas dosis de la vacuna Sputnik están garantizadas”. Los “comentarios temerarios y malintencionados”, por cierto, provienen de la oposición, porque él y su gobierno, claro, no se equivocan. Podemos decir que todo político diría algo así: “Mis oponentes mienten, yo no miento nunca” … el problema es que esta misma afirmación lo pone en evidencia: si el río suena…es que trae piedras.

Según Arce, llegarán las Sputnik V hasta septiembre, y las segundas dosis estarán garantizadas. Anuncia también que logrará que por el mecanismo Covax lleguen un millón de vacunas Janssen. Así, entre julio y agosto tendremos “más de 8 millones de vacunas”, y estaremos cerca de cubrir a toda la población. Como es masiva la llegada de vacunas, entonces su gobierno ha tomado la decisión de vacunar a toda la población desde los 18 años desde el primero de julio, y, por lo tanto, “esta es una decisión trascendentalmente importante, que nos situará como uno de los primeros países en adoptar una medida de protección para toda su población en edad de vacunación”.

Otra vez Arce se lanza elogios a sí mismo: el esfuerzo del gobierno debe ser apoyado por los gobiernos locales y por los medios de comunicación, porque “es el momento de dar, de ayudar y de expresar solidaridad con las necesidades de todo el pueblo boliviano”, aunque Arce también dijo, el 7 de abril, que a los “oligarcas” no se los vacunará: “Hay mucho por coordinar. Lo económico, el tema de la salud. Y hemos mandado vacunas para el pueblo, para los médicos, no para las familias de los ricos, no para la oligarquía tarijeña [lo ovacionan]”

Arce termina reconociendo “en justicia” a los que dan la batalla permanente contra la pandemia: el personal de salud. Deja una reflexión: vivimos un momento de aflicción, pero debemos estar “fortalecidos en nuestra unidad” como bolivianos. “EL pueblo boliviano se fortalece cuando enfrenta unido los tiempos complejos, apoyándose unos a otros, con solidaridad, y hermandad, entre todos los sectores sociales y dejando de lado la apatía individualista”. Por fin, recuerda la necesidad de vacunarse, de seguir usando el barbijo, lavarse las manos, etc., y termina con su eslogan político: “Vamos a salir adelante”.

En fin: el mensaje a la población boliviana de Arce, del 30 de junio de 2021, es un mensaje moderado, con palabras muy bien escogidas, y esto se le tiene que reconocer y hasta agradecer. El problema está, sin embargo, en otro lado: está en lo que no dice. En su visión maniquea del mundo donde todo otro gobierno que no sea el suyo (o los del MAS) es el mal encarnado, mientras que el suyo es el bien en su estado más cristalino. En su sutil utilización de las cifras (lo cual claro, ya es un acierto), pero que en realidad no termina de aclarar la situación de las políticas de salud en pandemia. Y, por último, en su llamada a la “unidad del pueblo boliviano”, cuando en realidad su propio gobierno en los hechos persigue, atemoriza y encarcela a aquellos que considera opositores y un peligro para su propia estabilidad, además de azuzar todas las formas del odio y del revanchismo social y político desde aún antes de llegar al poder. En fin: Arce dio un discurso elegante, sutil, pero que en el fondo esconde una realidad política nada sutil, nada elegante, nada conciliadora. Otra vez más estamos (aunque esta vez de manera más idónea), ante la manipulación de la verdad desde el poder.

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